Santiago de Chile es a menudo el lugar donde uno hace una parada de uno o días antes de retomar la ruta para otro destino. No es una capital que me guste demasiado, debo reconocerlo…
Santiago de Chile y sus numerosos valles
De todas las capitales de América del Sur, Santiago es sin dudas la que me ha dejado más indiferente. La ciudad posee sin embargo sus propios atractivos, un vasto surtido de museos y muchas opciones de paseos urbanos. Cuando el cielo está despejado, las cimas de los Andes parecen estar muy cerca. Es la ocasión para visita el Cerro San Cristóbal, colina arbolada en pleno centro que ofrece una hermosa vista panorámica.
Las estaciones de esquí dotadas de equipos modernos se encuentran a una hora de la capital y atraen todos los años entre junio y octubre numerosos profesionales y adeptos de este deporte de aventura. Varias bodegas situadas en los alrededores de la capital proponen visitas de sus terrenos de explotación vitícola o degustación de los vinos más nobles.
No muy lejos de Santiago encontrará el mítico puerto de Valparaíso. El encanto de Valparaíso no reside ni en la belleza de sus edificios que datan de la época de su prosperidad económica, ni en la originalidad de sus típicas tabernas de una ciudad portuaria. Su encanto es el espectáculo que ofrecen las colinas que rodean la ciudad donde miles de pequeñas casitas de madera de todos colores se aferran a esas laderas como nidos de pájaros.
Un laberinto oscuro con escaleras empinadas, pequeñas callecitas enredadas, así como funiculares que oscilan ruidosamente permiten alcanzar los altos de la ciudad. Estas monstruosas maquinas antiguas (estables y fiables) conducen a los visitantes hasta los miradores de las colinas. El centro histórico de Valparaíso fue declarado patrimonio cultural de la Humanidad por la UNESCO en Julio de 2003.